Los fundamentos de la Constitución de 1978 siguen siendo válidos, pero su concreción debe avanzar. Lo esencial es revitalizar la democracia, el modelo social y la autonomía territorial. Esta crisis tiene dos fuentes principales: las formas de actuación de los partidos políticos (la cultura partidista) y la falta de adecuación de la ordenación jurídica del sistema político a las necesidades de la realidad española. Ello exige, por una parte, una profunda regeneración política; y, al mismo tiempo, la reforma de la Constitución, para incorporar los instrumentos que permitan afrontar de la forma más adecuada los problemas que nos acucian. «La indispensable reforma» (El País, 17 de julio de 2015)