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En la guerra de Bosnia, entre los años 1992 y 1995, murieron unas cien mil personas. Yugoslavia estalló y el paroxismo étnico se apoderó de los más fanáticos. Europa no supo prever ni detener aquellas horribles guerras en su seno. ¿Ha aprendido de sus errores? El comportamiento insolidario que ha mostrado en la crisis griega no invita al optimismo

“En la madrugada del 11 de julio de 1995, una columna de milicianos de la autoproclamada República Srpska comandados por el General Ratko Mladic, ocupó Srebrenica, declarada enclave seguro por las Naciones Unidas. Pidió a los cascos azules holandeses que abandonaran el lugar y cuartel general de Potocari donde se habían establecido. Las mujeres y niños fueron obligados a coger a pie la ruta de Tuzla, mientras que los hombres, mayores y jóvenes, permanecieron en la población. Posteriormente un listado de 8.373 hombres se dieron por desaparecidos”.Srenrenica

Son palabras de la sentencia del Tribunal Penal Internacional para los crímenes de la ex-Yugoslavia. Una sentencia que habla de ‘genocidio’. Rusia acaba de oponerse al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al uso de este término para calificar aquella masacre de ciudadanos bosnios. Su embajador en las Naciones Unidas, Vitaly Churkin, considera que hablar de ‘genocidio’ es “políticamente sesgado y aumentaría las tensiones étnicas en Bosnia”.

No tuve ocasión de preguntarle qué pensaba del uso de esta palabra a la chica nacida en Srebrenica que tomó la palabra, el sábado, junto al Borne barcelonés, en el acto que hizo memoria de aquel terrible día. Tenía un año cuando se produjo la tragedia. Después de pasar muchos años en un campo de refugiados ha ido a parar a Barcelona y, entre sollozos, dijo que no odiaba a los asesinos pero se preguntaba qué le explicaría a sus hijos el hombre que mató a su padre.

Pasqual Maragall, el alcalde que movilizó la Barcelona de la que era alcalde para solidarizarse con Sarajevo y los Balcanes heridos por la guerra, también asistió. Fue una de las personas que leyó nombres de los chicos y hombres muertos ese día. Se leyeron 961. Quedaron muchos por leer. Como el trabajo que queda pendiente para restaurar la confianza y la convivencia en Srebrenica y el conjunto de los Balcanes.

Eliminados los bosnios, Srebrenica ha quedado dentro de la república serbia de Srpska. Tiene un alcalde serbio oficial y un alcalde bosnio elegido en el exilio. Una vez al año se vive la ficción de la reconciliación y entierran en el cementerio de Srebrenica los cuerpos de las víctimas que se han podido recuperar. Este año han sido 136.Pasqual

Hace veinte años este estallido de violencia se vivía en Europa, nuestra Europa. En la guerra de Bosnia, entre los años 1992 y 1995, murieron unas cien mil personas. Yugoslavia estalló y el paroxismo étnico se apoderó de los más fanáticos. Muchos catalanes fueron testigos de ello. Algunos de ellos se reencontraron en el Born. Periodistas como Carles Bosch, Eric Hauck o Xavier Rius Sant. Políticos como el mencionado Maragall, Raül Romeva o Carles Campuzano. Trabajadores del Ayuntamiento, como Manel Vila, alma del encuentro, con su Distrito 11 City to City. Otros que no tuvieron una presencia o actuación directa hace veinte años se solidarizaron con las víctimas, ahora, como la alcaldesa Ada Colau y diputados de diversos grupos políticos.

Todos ellos se emocionaron con la breve intervención de la joven bosnia. También los miembros de las asociaciones que organizaron el acto y otras iniciativas que, estos días, intentan que el nombre de Srebrenica no se asocie sólo al genocidio del 11 de julio sino a la movilización por la reparación de las víctimas y al espíritu de reconstrucción. Se han volcado en ello el European Observatory on Memories, la Fundación Solidaridad UB, Igman, Paz y Solidaridad y el Instituto Catalán Internacional por la Paz, además de Districte 11 City to City.

Europa no supo prever ni detener aquellas horribles guerras en su seno. ¿Ha aprendido de sus errores? El comportamiento insolidario que ha mostrado en la crisis griega no invita al optimismo.

Blog Esquerra sense fronteres, 12 de julio de 2015