Espacio Federalista

Nuestro edil siempre había creído en la cooperación, la confianza y la lealtad, eran su manera de entender las relaciones entre ciudadanos y entre ellos y la administración pública: los principios federales

 

Un alcalde, un concejal -da igual del partido que sea- trabaja bien durante uno o más mandatos. Los ciudadanos lo votan por su eficacia y, “Oh!, sorpresa” un día aparece una dama e intenta seducirlo para que se case con ella, exigiéndole que renuncie a sus principios.

La dama se siente despreciada al no ser correspondida, no comprende por qué, con su belleza, la enorme dote de posibilidades de todo tipo que la acompañan, la vida en común en el país de las maravillas y el fantástico recibimiento que tendrá su unión en todo el orbe, el concejal no acepte su oferta.

La dama amenaza a nuestro edil: ella tiene un gran prestigio en los medios de comunicación y puede amargarle su próxima elección. Sus defensores tienen un gran poder que les permite sentenciar: si no acepta a su protegida, será un mal edil para el país de la dama.

El edil duda.

Lleva muchos años trabajando para su pueblo -grande o pequeño- pensando que su trabajo será juzgado en función de sus aciertos y errores y no por otras razones y ha renunciado a una vida personal como el común de los que tienen el cargo. Ahora por la calle se encuentra con vecinos que le dicen: cásate con la dama, es lo que conviene. Le proponen cambiar de aires políticos y garantizar el cargo. Hasta le proponen crear algún nuevo partido para justificarlo.

El edil sigue dudando. Es una decisión muy difícil.

Siempre había querido ser un servidor público, aunque llegar hasta aquí fue complicado. Tuvo que convencer a sus compañeros de opción política que era una persona honesta y preparada. Tenía claro lo que convenía a su pueblo y lo había debatido con sus conciudadanos.

Por último y lo más duro, convencer a su familia que representaba ser concejal: contacto directo con los vecinos -conocidos o no- a los que afectarían sus decisiones para bien o para mal, exposición y crítica pública de esas decisiones. Todo esto afectaba las relaciones personales y familiares, sobre todo en municipios medianos y pequeños.

Nuestro edil siempre había creído en la cooperación, la confianza y la lealtad, eran su manera de entender las relaciones entre ciudadanos y entre ellos y la administración pública: los principios federales.

Ha de tomar una decisión.

Siempre creyó que el servicio a sus conciudadanos era un valor en sí mismo, pero que había otro valor superior: su conciencia e ideas políticas.

Eso no lo podía traicionar por mantener un asiento público.

No sabía cómo acabaría la historia, pero firme en sus convicciones desestimó la oferta de la dama estelada.