Desconectar es reconocer la derrota de la palabra, del diálogo, del compromiso, de la voluntad de llegar a acuerdos para resolver un conflicto. Evidentemente, los conflictos no gustan a nadie pero negarlos es la peor manera de resolverlos. Volvamos a conectar todos, pongámonos las pilas, bajémonos los humos y apostemos por el apretón de manos en vez de darnos la espalda. «La Catalunya que ha desconectado del ‘proceso'» (El Triangle, 23 de febrero de 2015)