ActualidadBlog (Izquierda sin fronteras)
Imaginémonos una escena final hacia el mes de noviembre donde Oriol Junqueras dice “Let’s keep going!” (¡sigamos hacia adelante!) y Artur Mas, con algunas dudas, le responde “Are you sure?” ( ¿estás seguro?), pero finalmente acepta el reto y se tira hacia el precipicio. Este símil es ciertamente problemático. La principal dificultad es que en el coche de Thelma y Louise no iba nadie más que ellas. Pero Mas y Junqueras conducen un autocar gigante lleno de gente
 

Quien no recuerda la road movie donde Susan Sarandon y Geena Davies van huyendo de la policía por un crimen perfectamente justificable, y en vez de aceptar las condiciones que se les ofrece un policía bueno (Harvey Keitel), van huyendo hacia adelante permanentemente hasta perder el sentido de la realidad y tirarse feliz y heroicamente por un acantilado cogidas de las manos dentro de un coche descapotable en la última escena de la película.

En Cataluña, salvando todas las distancias, hemos vivido en los últimos años, y seguimos viviendo ante nuestros propios ojos día tras día, un proceso parecido de fuga hacia adelante, intentando tapar todos los errores anteriores con una nueva heroicidad, compitiendo para ver quién la dice y la hace más gorda.

En Cataluña siempre ha habido un sentimiento independentista más o menos importante, pero no mayoritario. En los últimos años, debido a las dinámicas de masa crítica, la crisis económica, la sentencia del estatuto, las políticas del PP, y la apuesta decidida de una CDC acorralada por los recortes y la corrupción, este sentimiento ha dado lugar a un movimiento de mucha fuerza social. Y con muchos recursos humanos, comunicacionales e institucionales detrás. A pesar de que de muy débil articulación en cuanto a la concreción de cómo se lleva a cabo la independencia en el marco de un estado miembro de la UE y de la zona euro, con una constitución escrita que es muy clara (quizás demasiado, pero es lo que se aprobó democráticamente en su momento con un gran consenso y el voto de los catalanes) sobre dónde recae la soberanía.

Artur Mas hizo ver que intentaba reconducir el sentimiento hacia la petición de un pacto fiscal después de una gran manifestación en 2012, y después de hacer ver que lo negociaba con el gobierno español, convocó huyendo hacia adelante unas primeras elecciones “plebiscitarias” dos años antes del final de una legislatura en que había estado pactando con el PP, con el objetivo de obtener mayoría absoluta. Estaba en su derecho, porque votar en Cataluña, contra lo que nos quieren hacer creer los independentistas, depende sencillamente de la decisión de su presidente.

Las elecciones no le fueron bien. En vez de lograr la mayoría absoluta, perdió diputados. Podía haber buscado otros pactos, pero prefirió pactar con ERC, redoblando la apuesta por una consulta independentista de difícil viabilidad legal. Una nueva fuga hacia adelante.

Artur Mas consiguió un pacto con otras fuerzas políticas (todas, más radicales que la suya, pero entre todos mayoritarios en el Parlamento de Cataluña) para convocar una consulta, y llevó la propuesta al Congreso de Diputados, donde la mayoría de ellos votó amplia y democráticamente en contra. De nuevo Mas podía haber buscado una salida digna, pero en cambio de nuevo huyó hacia adelante y mantuvo la convocatoria de una consulta que de momento es ilegal.

Mientras tanto, a pesar de los faxes mal escritos enviados a diestro y siniestro, los líderes internacionales han dado la espalda a la road movie, y han recomendado respetuosamente centrar las energías en la construcción de una Europa sin fronteras. Así lo han hecho dos presidentes de la Comisión Europea, varios comisarios, los líderes de Francia y Alemania, los dirigentes del Partido Liberal europeo, del cual forma parte CDC, y medios de comunicación como The Economist y el Financial Times. No ha servido de nada, nuestras heroínas han seguido la fuga hacia adelante.

La confesión y descubrimiento de las corruptelas del Sr. Pujol claramente rompen el argumento de que una Cataluña independiente sería capaz de deshacerse de la corrupción que domina las instituciones españolas. Sería un misterio como las instituciones, medios de comunicación y personal político que han hecho la vista gorda durante tantos años, ahora nos llevarán a construir instituciones de gran calidad democrática. Artur Mas podía haber aprovechado la confesión de Pujol para recapacitar y hacer marcha atrás. Pero de nuevo ha preferido huir hacia adelante, y decir que los asuntos de Pujol son una cuestión personal, a pesar de reconocer que Pujol es su padre político. Mas duda, pero Junqueras lo anima a seguir hacia adelante, huyendo hacia la tierra prometida.

Sarandon-Mas y Davies-Junqueras tienen sus cheer leaders (¿quién no simpatiza con los actos heroicos?), y una de ellas, la Sra. Forcadell, ya ha dicho que esto de la legalidad no tiene que ser un problema, y que en algún momento habrá que saltarse la legalidad española. Lo que no entiende la cheer leader es que la legalidad no es española, sino que en la realidad del siglo XXI, la legalidad tiene componentes españoles, catalanes, europeos, y globales. Tanto parte de la legalidad es la Constitución española como las decisiones del Parlamento de Cataluña, una institución emanada también de la legalidad española, como la ley electoral que este parlamento ha sido incapaz de reformar en 34 años. La ley no la podemos aceptar selectivamente. Si la señora Forcadell puede saltarse un aspecto de la ley, ¿por qué un defraudador fiscal o un asesino no podría elegir selectivamente aquellos pedacitos de la ley que más le gustaran y descartar los otros? Eso sí, en las sociedades democráticas, las leyes que no nos gustan podemos intentar cambiarlas democráticamente.

Las leyes y la práctica política, económica y social, nos dicen que la realidad es la que es. En el Europa del siglo XXI no hay lugar para conceptos monistas de la soberanía (o del “demos”, o del “sujeto político”). Vivimos en un mundo de soberanías compartidas y solapadas donde las fugas hacia adelante, incluso cuando están llenas de buenas intenciones, acaban o mal o muy mal.

Harvey Keitel podría ser uno/a federalista como Manuel Cruz, Carme Valls, Paco Frutos o Carlos Jiménez Villarejo, alguien que de buena voluntad ofrece una solución digna para todo el mundo, legal y viable, pero que es ignorado ante la ceguera de las emociones.

Imaginémonos una escena final hacia el mes de noviembre donde Oriol Junqueras dice “Let’s keep going!” (¡sigamos hacia adelante!) y Artur Mas, con algunas dudas, le responde “Are you sure?” ( ¿estás seguro?), pero finalmente acepta el reto y se tira, eso sí, completamente realizado, hacia el precipicio.

Este símil es ciertamente problemático, como todos los símiles. La principal dificultad, a mi parecer, es que en el coche de Thelma y Louise no iba nadie más que ellas. Pero Mas y Junqueras conducen un autocar gigante lleno de gente, y pueden arrastrarnos a todos los catalanes, a todos los españoles, y algunos creen que incluso a toda la zona euro y la UE hacia el desastre.